7 nov 2016

Desafío Trail del Caurel



Ropa de montar, botas, casco, camelback y Orux con su batería extra, en el coche; alforjas en su sitio y motos propia y del señor Pancho en el remolque y a dormir. Pero un exceso de riqueza en la mezcla no me permitía conciliar el sueño con la vida moteril y es que me había pasado la tarde recibiendo noticias de la quedada. Que si breafing, que si cenita en grupo, que si unos llegaban antes y otros después… y yo en casa. Físicamente por lo menos. La IV QUEDADA DESAFÍO TRAIL DEL CAUREL había comenzado.

Mi desafío particular consistía en teletransportarme al día siguiente de Compostela a Quiroga a tiempo de poder tomarme un café antes de la salida, que sería sobre las 8:15, y con dos horas de viaje entre ambas localidades el despertador debía sonar no más tarde de las 5:30.
As las 5:00 hice chispa y arranqué con la carburación de oreja a oreja. En una rueda me puse los pantalones; corté gas en la cocina y abrí sin piedad arañándole segundos al crono.

Cuando llegué a destino, Pancho ya estaba esperando en la puerta del hostal a que Pabloexpress le entregara la moto. Descargamos ambos tranganillos, me puse la funda de gozar y directos al desayuno que la organización del evento tenía previsto en un bar de Quiroga. Zumo, café, madalena o cruasán y vamos que nos vamos.

El Team Compostela arrancaba con Marcos 690, Alberto drz 250, Pancho con la 400 y un servidor con 625 al gas. A los 200 metros de pisar campo ya nos encontramos con algún enganchado en buenas manos de sus compañeros de equipo. Esto promete!!

Marcos me dijo que prefería ir cerrando el grupo, y tengo que admitir que si la decisión me obligaba a rodar en cabeza decidiendo el camino a seguir a la vista del track, estaba encantado. Me concentro más y me despisto menos… asumiendo los errores de navegación y los posibles llantazos que pueda conllevar, y es que uno hace lo que puede.

La mañana se presumía húmeda con intervalos de chubascos de intensidades moderada a extremadamente intempestiva. Cualquier cosa podía pasar. Pero sabiéndolo de antemano, nadie sale defraudado y durante la primera parte de la mañana si llovió, ni me enteré.

Rodamos a placer por estas frondosas tierras del sur de Lugo y aunque las nubes bajas impedían gozar de la totalidad del espectáculo, en ocasiones, mostrar lo justo resulta mucho más sugerente y para mi estaba siendo de lo más estimulante. Es una realidad, el Caurel te regala la mirada a cada instante y es que tengo que admitir que yo vengo conquistado de serie. Lo mío es amor por esta comarca desde aquel trabajo de campo, libreta en mano, de un trimestre cualquiera de mi adolescencia, en el que visitamos la Galicia profunda con la antropóloga mirada de la edad. Supongo que hay experiencias que marcan para siempre, y aquella sin duda fue una de ellas.

Enfilamos un cortafuegos casi sin darnos cuenta. Llegábamos a una sucesión de puntos “críticos” en los que unos cuantos nos vimos engachados. El primero era un repechito de nada, pero claro, lo de siempre, la falta de decisión pasa factura. Media vuelta, retomo y para arriba de un plumazo. Aparcar para echar una mano y a por el siguiente punto crítico.
En ese momento las nubes habían tomado altura para tener una mejor perspectiva de lo que allí estaba a punto de acontecer, así que en cuanto levanté la mirada del track con permiso de las amenazantes piedras, pude ver El Cortafuegos Al Cielo que la organización había insertado en plena ruta... y contemplar a lo lejos un par de compañeros atascados a media asta, dejaba claro que a más de uno le tocaría sufrir y disfrutar a partes iguales. Pero el caso es que su inicio no me parecía con demasiada pendiente, así que decidí tirar de bajos e ir traccionando de menos a más si fuera preciso. Pero mal. Muy mal. Cuatro losas como pianos de cola me hicieron patinar la trasera y me sacaron de la trazada como quien aparta una mosca del plato. Estaba claro que de menos a más aquello no lo coronaba.

Segundo intento: coloco la moto, aprieto los dientes y gas!! Primera gas!, segunda gas! Tercera gas!! Paso las losas, llego a un primer camino que atraviesa el cortafuegos, bajo marcha y prosigo hasta el siguiente camino que también lo cruza; me veo fuerte y prosigo cortafuegos arriba hasta que se me descoloca la moto y al suelo. La levanto, miro el gps y me doy cuenta que me había pasado del track. Por allí no era!! jajaja… bajo hasta el camino por donde proseguía la ruta y a esperar por el siguiente. Pancho ya estaba allí, pero el lio aún estaba más abajo, primero él y luego yo nos acercamos a ver y participar del espectáculo. Risas y camaradería sobre todo. Una GS1200 que sube sin despeinarse y más risas y buen rollo. Está claro que lo que va de menos a más es el propio Desafío. Me encanta!!

Mas tarde me enteraría que en el breafing lo habían dicho bien clarito y con luces de neón: “al llegar al cortafuegos, gas, gas y gas señores!”, pero ausente de mi, lo hice al revés jajaja.

Proseguimos por caminos caurelinos desde las alturas de monte bajo a los frondosos valles de altos castaños, sobre las constantes piedras de afilados cantos y los intermitentes mantos de hoja caduca que lo pintan todo de un intenso otoño. Callejeo por una minúscula aldea de cuento infantil y merendola senior para el guerrero, y es que habíamos llegado al picnic de media mañana y aquello desde luego no dejaba indiferente a nadie. Productos cárnicos de la comarca, pan del bueno y bebidas reconstituyentes, conformaban el perfecto menú del momento.

La gastroparada no se había planeado allí porque sí. La organización lo tiene todo medido y es que acto seguido del último bocado nos tocaba salvar el posible mayor desnivel del Desafio, para ascender en pocos kms a más de 1500 metros de altitud donde el track de la mañana se cruza con el de la tarde dibujando un “8” en el mapa. El ascenso no tiene mayor dificultad, salvando las típicas horquillas en subida que requieren un mínimo de atención para no enganchar, pero la acumulación de kms en ascenso acaban por endurecer los brazos y al llegar arriba y relajar es cuando se hace notable. En este momento no me queda otra que quitarme el sombrero con Alberto y su 250, que con poca experiencia en campo, encumbró sin mayor problema, pero con bastante cansancio. Y es que resulta del todo comprensible. Otra cosa no, pero el campo hasta no estar bien rodado, acaba con uno. Vaya crack!.

Y estaba nevando señores!!, o parecido, pero aquello lluvia no era… y el frío que hacía no invitaba a quedarse demasiado a examinar el estado de las partículas en precipitación, así que con esa falta de visibilidad endémica de la altitud, arrancamos de inmediato en cuanto nos reagrupamos… y con el descenso subió la temperatura y a seguir disfrutando.

Luego un tramo de asfalto y al poco rato un inmenso bosque de camino fácil, que preñado de charcos invitaba al jugueteo con el gas. Descenso a las entrañas entre cerradísima maleza y preciosérrimo puente romano en el que paramos lo justo para echar una foto y un pis. Empezaba a llover una vez más y lo de mojarse sin problema!, pero rodando oiga!!.

La mañana agonizaba entre suavez chubascos y raiolas de sol. Ya solo quedaba el repostaje. Primero las monturas y luego nosotros en el bar donde, previa birrita, nos servirían una deliciosa comida con algún que otro entremés, tortilla, caldo y jamón cocido del bueno con su tinto de mesa, postre, café… y a rodar!!

Miguel formaba los grupos de la tarde haciendo que los que pudieran rodar algo más lentos, salieran los primeros para que así no se fueran descolgando demasiado y por fin llegáramos los máximos posibles a meta por el track previsto… pero además dispuso hasta dos puntos de corte haciéndolos coincidir con los respectivos enlaces asfálticos de esta segunda mitad de la jornada, donde el que llegara fuera de hora, se vería obligado a salir del track y regresar por carretera. Así que tanto por lo primero como por lo segundo, BRAVO BRAVÍSIMO!. Está claro que esta gente tiene experiencia acumulada tanto organizando como disfrutando y eso se nota.

Alberto dejaba el Team Compostela por asfalto hasta Quiroga. Llevaba desde el picnic de media mañana acumulando muchísimo cansancio y sin duda, la decisión fue la correcta. Siempre lo pienso. Apartarse a tiempo es lo más sensato… y con sus ciento y pico kms de track en la buchaca, lo había dado todo y ese extra más que siempre nos guardamos. Grande Alberto!!

Arrancamos conocedores de lo que Miguel había sentenciado en la comida... y quedarnos fuera del track no entraba en  nuestras previsiones de ninguna de las maneras, así que tocaba darle al gas, con mesura pero sin control, no se si me explico jajaja… y como siempre van sucediendo cosas en el camino, todo lo que se pudiera ir rodando con alegría, lo compensaríamos en las paradas forzosas.

Subimos un cortafuegos divertido en cuanto nos apartamos del asfalto y luego buenas vistas… y es que la tarde prometía estampas otoñales hasta el éxtasis, pero con tanto gas entre manos, lo de levantar la mirada de las piedras quedaba reservado para los más “pros”, que al resto de mortales entre el gps y mantenernos en pie, se nos acumula el choyo.

Descensos serpenteantes y ascensos de igual cintura se intercalaban con bosques de la Santa Compaña y callejas del Fendetestas, que invitaban a parar…. Y es que este track se puede hacer de muchas maneras, pero una de ellas tendría que ser de un par de días, en modo gráfico, retratando cada latido del Caurel, porque los tiene, tantos como pulsaciones el motero. Pena de cámara.

Volvimos a cerrar el “8” en lo más alto, donde la buena nueva climática aún no había llegado, así que comentamos el enganchón de Pancho en una de esas reviradas que el camino fuerza en largas subidas, y gas de bajada, donde nos encontramos primero a un compañero con medio subchasis de su WR450 en la mano y luego a Sandra con la DRZ en el suelo… o fue primero Sandra y luego la WR?... no estoy seguro… pero sé que al primero le dejamos tornillería y la segunda ya tenía la moto en alto antes de que echara la pata de la mía, así que poco más que esperar a que le encendiera y rodar con ella hasta donde su compi se percatara de la ausencia.Que grande eres Sandra!!.

La tarde acariciaba su última hora de luz pero el track nos seguía regalando una sonrisa tras otra. Esa zona “rápida” que abraza la montaña sin apenas cambio de desnivel me hizo disfrutar con el gas saliendo de curva y con el freno entrando en ella y entre frena que te sales y enrosca que te quedas… me la estaba gozando y Marcos goloso de mango, lo mismo. Acabamos el tramo juntos y con calambres faciales de lo bien que nos lo habíamos pasado, pero esto llegaba a su fin. Quiroga se nos aparecía de repente desde las alturas en inequívoco síntoma de fatalidad… y cuando ya me veía más de vuelta a casa que rodando, se nos apareció una montaña rusa para ponerle la guinda al pastel... Y a disfrutar!!!!. Saltito aquí!! y esta me la bajo a una ruda… y luego ooootro salto!! y tranqui que luego te la pegas… y abro gas!!! y vueloooooo!!!, recibo corto se cierra abre y saltiiiiiito y a gozarrrrrrr!!!. Que alegría por dios!! Como se puede terminar así una rutaza de 200 y pico kms, coñio!!??!!, brutal, impresionante, memorable, repito, dos de cada, del derecho y del revés, compro compro!! y doblo la puja y arrastro y… … brufff!! muy pero que muy bien. Nada que objetar, no tengo palabras, ni “contras”, todo “pros”.

Manguerazo gasolinero a las maquinarias; ducha, birra, remolque y p’acasa.

Grandísima jornada en ambiente inmejorable que junto con una organización impecable, hicieron de un día para rodar en moto, una fecha a destacar con nombre y apellidos, y es que el Desafío Trail sobre una de las comarcas gallegas más agraciadas, se ha hecho con un escaño del calendario.


















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